Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

Como habrá apreciado el Congreso, en las palabras que yo he pronunciado, y contra las cuales reclamó el Sr. Martos, no hay agravio ninguno para S.S.; y ahora S.S., al ver que no lo encontraba en mis palabras, lo que ha hecho ha sido fabricarse el agravio que supone le he dirigido. Porque, en último resultado, aun cuando yo haya dicho que se ha atribuido a S.S. el que dirigió la conjura famosa de que la opinión pública habla, eso no sería un agravio; eso es precisamente una de las materias del debate, sobre la cual la opinión ha formado ya su juicio, y creo que lo habrá formado también el Congreso. Confieso, Sres. Diputados, que yo no encuentro la manera de dar las explicaciones que me pide el señor Martos; que si la encontrara, las diera con mucho gusto.

A mí me agrada atacar al adversario, y sobre todo cuando el ataque es tan merecido como merecido lo tiene S.S., pero no me gusta nunca agraviarle; yo no vengo aquí a agraviar a nadie; vengo a defenderme contra mi adversario, y a atacarle si es preciso, pero a nada más; que aquí, en el templo de las leyes, no se puede ni se debe agraviar a nadie. Yo repito, pues, al Sr. Martos que en todas las palabras que ha pronunciado ahora últimamente no ha hecho más que fabricar un agravio que yo no le he dirigido; y como se trata de un agravio fabricado por S.S., S.S. mismo puede buscar el desagravio sin más que deshacer y destruir lo que él mismo ha edificado, pues mal puedo yo desagraviarle en cosa en que no le he agraviado. [421]